ANDER IZAGIRRE
Vuelta al país de Elkano
Hace quinientos años, la expedición de Magallanes y Elkano dio la primera vuelta al mundo. Ahora Ander Izagirre sale de Getaria y vuelve a Getaria, el pueblo natal de Elkano, para darle una vuelta geográfica, histórica y mental al país de los vascos.
Viaja en bicicleta y va encontrando historias asombrosas: las de hace quinientos años (navegantes, exploradores, esclavos, revolucionarios, emperadores, desterrados, balleneros, espíritus locales, dioses remotos) y las actuales (exploradoras, pescadores, mineras, inmigrantes, carpinteros, arqueólogas, cocineros, escultores, poetas, chocolateros). Sus relatos muestran los contrastes y las similitudes entre la sociedad vasca que participó en la primera vuelta al mundo y la actual. Desvelan una historia de luces y sangres, un potaje de culturas y una pasión exploradora.
Mezclando la crónica de viajes, la narración de aventuras, la exposición histórica y el ensayo sutil, Izagirre cuestiona el mito del vasco irreductible, puro, encerrado en sus esencias: «Si hay que simplificarlos en una estampa, los vascos no fueron precisamente un pueblo de campesinos aislados, sino un pueblo de navegantes promiscuos».Página 178
PASO AL VALLE NAVARRO de Sakana. En las afueras de Altsasu me desvío al bosque de Dantzaleku. Allí crecen unos robles de formas peculiares, con troncos que se bifurcan en grandes ramas curvadas y ángulos de lo más variados. No son formas naturales. Los guiaron hace siglos, con podas y pesos, para obtener las piezas arqueadas que necesitaban en la construcción naval. Hace unos años, la factoría marítima Albaola preparó un sendero con paneles informáticos que parecen un colección de bumeranes con brazos de distinto ángulos, curvaturas y tamaños. Representan las plantillas de las piezas que hacían falta para construir un galeón: corbatones, varengas, genoles, rodas... Cada una de estas plantillas produce un efecto llamativo: si la miras de frente, justo detrás de ella se levanta un roble que fue guiado para que sus ramas desarrollaran esa misma forma. Es magnífico, porque caminas por el bosque y vas viendo galeones.![]()
Una vez que las ramas adquirían el tamaño y la forma adecuada, las cortaban, las labraban en el bosque para quitarles peso y volumen, y las transportaban en carros hasta los astilleros. Un galeón de tamaño medio requería aproximadamente doscientos robles: cien rectos y cien curvos, los más estimados, porque necesitaban un desarrollo de treinta o cuarenta años hasta darles la forma deseada. En la época en la que se construían docenas o cientos de embarcaciones anuales en la costa vasca, el ritmo con el que talaban los bosques amenazaba con agotarlos. Sin olvidar que también sacaban madera para construir viviendas, obtener leña y fabricar carbón.
Así que desde la Edad Media reglamentaron una explotación sostenible: Crearon viveros, replantaron bosques, mantenían siempre los troncos hasta una altura de tres metros y solo les cortaban las ramas, guiando el crecimiento de las nuevas en diversas direcciones hasta formar árboles con apariencia de candelabro. Eran hayas y robles trasmochos.
El 28 de octubre de 1496, los Reyes Católicos firmaron una ley que prohibía talar árboles y solo se permitía cortarles ramas dejando "horca y pendón por donde puedan tornar a criar", es decir preservando siempre el tronco y dos ramas principales: la horca, que crecía en horizontal, y el pendón, en vertical. Esta técnica permitía crear árboles guiados como los de Dantzaleku: colgando pesos a las ramas y aplicándoles podas de precisión, crecían con las ramas con las formas de las varengas, los genoles o los corbatones. Era muy importante que la veta de la madera siguiera la forma curva que necesitaba la pieza, porque así resultaba mucho más resistente.
En el año 2002 encontraron en el fondo del estuario galés de Newport un barco de treinta metros de longitud que trasportaba barricas de vino de Portugal y que se hundió en 1469. Los análisis concluyeron que estaba construido con robles de la Sakana, de algún paraje como este de Dantzaleku, donde aún se aprecia cómo criaban barcos en el bosque
Vuelta al país de Elkano
Hace quinientos años, la expedición de Magallanes y Elkano dio la primera vuelta al mundo. Ahora Ander Izagirre sale de Getaria y vuelve a Getaria, el pueblo natal de Elkano, para darle una vuelta geográfica, histórica y mental al país de los vascos.
Viaja en bicicleta y va encontrando historias asombrosas: las de hace quinientos años (navegantes, exploradores, esclavos, revolucionarios, emperadores, desterrados, balleneros, espíritus locales, dioses remotos) y las actuales (exploradoras, pescadores, mineras, inmigrantes, carpinteros, arqueólogas, cocineros, escultores, poetas, chocolateros). Sus relatos muestran los contrastes y las similitudes entre la sociedad vasca que participó en la primera vuelta al mundo y la actual. Desvelan una historia de luces y sangres, un potaje de culturas y una pasión exploradora.
Mezclando la crónica de viajes, la narración de aventuras, la exposición histórica y el ensayo sutil, Izagirre cuestiona el mito del vasco irreductible, puro, encerrado en sus esencias: «Si hay que simplificarlos en una estampa, los vascos no fueron precisamente un pueblo de campesinos aislados, sino un pueblo de navegantes promiscuos».Página 178
PASO AL VALLE NAVARRO de Sakana. En las afueras de Altsasu me desvío al bosque de Dantzaleku. Allí crecen unos robles de formas peculiares, con troncos que se bifurcan en grandes ramas curvadas y ángulos de lo más variados. No son formas naturales. Los guiaron hace siglos, con podas y pesos, para obtener las piezas arqueadas que necesitaban en la construcción naval. Hace unos años, la factoría marítima Albaola preparó un sendero con paneles informáticos que parecen un colección de bumeranes con brazos de distinto ángulos, curvaturas y tamaños. Representan las plantillas de las piezas que hacían falta para construir un galeón: corbatones, varengas, genoles, rodas... Cada una de estas plantillas produce un efecto llamativo: si la miras de frente, justo detrás de ella se levanta un roble que fue guiado para que sus ramas desarrollaran esa misma forma. Es magnífico, porque caminas por el bosque y vas viendo galeones.

Una vez que las ramas adquirían el tamaño y la forma adecuada, las cortaban, las labraban en el bosque para quitarles peso y volumen, y las transportaban en carros hasta los astilleros. Un galeón de tamaño medio requería aproximadamente doscientos robles: cien rectos y cien curvos, los más estimados, porque necesitaban un desarrollo de treinta o cuarenta años hasta darles la forma deseada. En la época en la que se construían docenas o cientos de embarcaciones anuales en la costa vasca, el ritmo con el que talaban los bosques amenazaba con agotarlos. Sin olvidar que también sacaban madera para construir viviendas, obtener leña y fabricar carbón.
Así que desde la Edad Media reglamentaron una explotación sostenible: Crearon viveros, replantaron bosques, mantenían siempre los troncos hasta una altura de tres metros y solo les cortaban las ramas, guiando el crecimiento de las nuevas en diversas direcciones hasta formar árboles con apariencia de candelabro. Eran hayas y robles trasmochos.

En el año 2002 encontraron en el fondo del estuario galés de Newport un barco de treinta metros de longitud que trasportaba barricas de vino de Portugal y que se hundió en 1469. Los análisis concluyeron que estaba construido con robles de la Sakana, de algún paraje como este de Dantzaleku, donde aún se aprecia cómo criaban barcos en el bosque
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